jueves, 10 de abril de 2008

Intento de manual para amigos.

Mi hija mayor tiene nueve años y quiere saber cómo se puede estar segura de haber encontrado a un mejor amigo o amiga, trato de explicarle que a su edad es muy difícil tener esa certeza, que la vida tiene muchos vericuetos y es en esos momentos cuando aparecen las verdades.
Trato de hacerla entender que aún contando cada día de su existencia no es tiempo suficiente para saber si sus amigos son o no leales, que puede haber traición, desencantos y mucho sufrimiento cuando de amistad se trata.
Cómo no puedo ponerla a salvo de los sinsabores que el futuro le pondrá en el camino, me aseguro al menos de que ella sepa cómo ser una buena amiga.
No sé si habrá entendido todo, no sé aún si será pese a mis esfuerzos por hacerla una buena persona de las que clasifiquen como tal, no sé si sabrá valorar en su justa medida este afecto valioso o será sólo una compañera de ocasión.
Como casi siempre que nuestros hijos quieren saber algo, no tengo la seguridad de ofrecerle todo lo que precisa saber, pero al menos intentaré que sepa, como su madre ve a un gran amigo(a).
Los amigos se visitan, no se invaden; se ayudan, no se molestan; no se implican en mentiras o engaños; no se ponen sobre sus hombros nuestros problemas, se comparten; no nos apoyamos en ellos como bastón para andar por la vida, somos compañeros de camino.
Aunque sepamos que podemos contar con sus bienes, no disponemos de ellos a nuestro antojo; lo incentivamos a preservar su fortuna, no a dilapidarla; respetamos su privacidad, su familia, su tiempo, su espacio.
Los amigos son confidentes, no cómplices; se tienen no se poseen; no son relojes de bolsillo sino aves en vuelo que pueden hacer nido en otra chimenea, pero al volver a escuchar su trino abrimos cada ventana para que vuelvan a nuestra casa.
Los amigos no tienen que estar cerca, sino ser amigos, puede haber distancias, silencios, pero cada reencuentro borra esos espacios y se logra la continuidad.
Los amigos pueden pensar de modo diferente a nosotros, pero eso no acaba el afecto, ni el entendimiento, ni la comunión; los amigos se respetan por lo que son, se quieren como son, no se sustituyen por una pieza mejor.
Los amigos, los verdaderos, permanecen por siempre, porque no traicionan, no olvidan, no abandonan…
Doy gracias a la vida por permitirme tener unos cuantos: R, A, K, B, W, O, C, T, J… ellos sabrán… mi hija lo sabe…
Los he conocido en tiempos distantes, de modos diferentes, algunos están siempre, otros sólo a veces, pero sé que a cada uno de ellos puedo llegar en cualquier instante para ser consolada, para festejar, como mismo saben todos que estoy aquí y un poco de ellos siempre conmigo.
No sé si esto sirva a mi hija, pero no se me ocurre ninguna otra manera de concebir algo que pueda servirle como “manual para hacer amigos”….

3 comentarios:

Maykel dijo...

Cuando tenía la edad de tu hija, acostumbraba a llamar amigos a casi todos los de mi aula. Con mi mamá, por supuesto, usaba la misma liberalidad: "Mami, aquella mujer que es tu amiga, etc. Y ella siempre me rectificaba, para asombro mío, que la conocida con quien la veía conversar a veces tan animadamente no era su amiga. Con respecto a los amigos, Yolanda, ni los manuales ni la ciencia pueden ilustrarnos. Tengo amigos absolutamente antitéticos -son mis antónimos- y hay gente que no puede ver dónde está lo que nos vincula, por dónde nos enlazamos. Siempre digo que sólo somos amigos, ese es el vínculo y no hay más que desentrañar. La amistad es una condición así de fatal, que no se sujeta a reglas. Con otros, de los que me hubiera gustado ser de veras amigo, no he pasado de los saludos y el conocimiento superficial. Creo que no sirven los manuales, díselo a tu hija. Apenas un esbozo de los indicios de la amistad puede hacerse y ya tú lo has escrito aquí.
Un saludo, amiga.

Yolanda Molina Pérez dijo...

Maykel: Coincido plenamente contigo, y lo que más me asusta es no poder poner a mi hija a salvo de las decepciones que deja en la vida catalogar anticipadamente como amigo a alguien que no merece tal título "nobiliario", como madre tampoco podía dejarla sin respuesta, lleva tiempo entender que mami no lo puede todo y si al menos logro que ella sepa ser una buena amiga de aquellas personas que crea lo merecen, me daré por satisfecha. De la diferencia entre los amigos mejor ni hablar, tengo algunos que si los mezclo, el resultado sería fatal, tan dispares entre ellos y en comparación conmigo y sin embargo todos igual de fieles y filiales....Esos son los misterios que nos alimentan...
Gracias, es bueno saberte por acá..

Animal de Fondo dijo...

Yolanda, me pareció que planteas un tema interesante, que puede abordarse desde muchos puntos de vista, y que se presta al debate. Y por eso te puse un enlace en mi blog y te dejé mi comentario allí.
Puse también las palabras de Séneca porque son las que a mí me alumbraron, y lo siguen haciendo. Personalmente, con quien he sentido siempre vínculos más fuertes ha sido con personas que me superaban mucho en la edad y que tenían, por decirlo así, la vida ya hecha. Un gran amigo, grande en el sentido de Séneca, fue Fray Gabriel de la Madre de Dios, que ya murió, que una vez me dijo: "Yo nunca te fallaré", mirándome a los ojos. Me conmovió, lo creí, es más, estuve seguro de que sería así, y así fue.