Esta imagen es la primera que registramos de India después del 6 de abril, representa el primer momento en que pudo sentarse en una silla, todo un suceso en casa, para la familia vecinos y amigos y parece algo tan normal, que quienes nunca han estado privados de tal posibilidad quizás no comprendan el revuelo ni la alegría...
En
el transcurso del día a día muchas veces pasamos por alto “detalles” sobre los
que sustentamos mucho de nuestro bienestar, en las últimas semanas de la mano
de India redescubro algunos de ellos.
El
lunes 18 al fin su cuerpo quedó libre de yeso y pudo volver a ponerse blúmer,
después de dos meses y 12 días llevando culeros desechables el gozo que le
produjo es indescriptible.
Ayudada
por un andador reinicia su caminar dentro de casa, con pasos inseguros, de una
habitación a la otra y sin embargo cada vez que la veo avanzar esos escasos
metros me desborda la alegría porque veo la enorme distancia que recorrió entre
el limbo de la muerte y la vuelta a la normalidad, ella con esa inmensa fuerza
de voluntad que cada día nos enorgullece más insiste en trazarse metas
superiores, en buscar las energías para acortar el tiempo de recuperación.
El
pasado viernes por primera vez después del accidente pudo sentir el agua correr
por su cuerpo, baños a pedacitos, conteniendo las humedades para no mojar el
yeso, la quemadura o la porción de donde se tomó el tejido para injertar lo
hacían imposible, parecía una niña pequeña jugando con las gotas de agua y eso
que las limitaciones de movilidad todavía le impiden el gozo de la ducha.
Hoy
dejó la cuña y volvió al inodoro, jamás deben haberse pronunciado vocablos tan
encomiosos de un común retrete y sé que lo que más festeja es de a poco poder
escaparse de la cama, también hoy concluyó los exámenes de su séptimo grado y
lo ha hecho con la excelencia habitual en su rendimiento académico.
Todavía
el injerto lleva cuidados especiales, el riesgo de los queloides nos ronda y
con ellos cirugías reconstructivas en el futuro, la preso terapia le causa
molestias, asociadas en lo fundamental al calor pero parece estar arrojando
resultados favorables, hay que esperar, espera por la coloración definitiva de
la piel, la cicatrización, la recuperación en la fisioterapia pero ahora
hay algo que tengo: el goce de esas
pequeñas victorias, le insuflan un ánimo contagioso.
Ella
se queja de ese camión no le dejó un hueso sano y a mí me hizo añicos el alma,
duele verla transitar por ese camino del dolor y aunque la recuperación avanza
todavía no logro la calma que algunos suponen ya debería embriagarme, mis pocos
momentos frente a la máquina los invierto en la red leyendo materiales médicos,
buscando información que me acerque al entendimiento de qué sucede y cómo
hacerlo, aunque como antes dije la ayuda de todo el personal de salud ha sido
invaluable, incluso aquí en casa, donde recibe el seguimiento preciso.
A
veces creemos que los grandes cambios en la vida suceden con hechos como la
graduación, el matrimonio, a llegada a la adultez, pero para mí este accidente
removió los cimientos y una vez más me hace redescubrir que esas nimias cosas del día a día pueden darnos mucha más
felicidad que la que esperamos de sucesos trascendentales. Con sus trece años
India me enseña nuevamente a vivir.
2 comentarios:
Querida Yolanda: me alegro muchísimo, como es natural, de que tu hija se vaya recuperando. He estado pendiente de lo que escribieras en el blog y he pensado muchas veces en vosotros, con mis mejores deseos.
Un abrazo fraternal para ti, para tu esposo y tus hijas.
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