jueves, 27 de noviembre de 2014

El arte de la quietud.

Fotos de Pedro Paredes Hernández.                                                        


Aunque abundan en muchas ciudades del mundo, y forman parte cotidiana de los paisajes urbanos, en Pinar del Río, distan de ser un suceso frecuente, lo que justifica por sí solo la cantidad de público congregada alrededor de cada una de ellas.


Provocadores que les incitaban al movimiento, otros que casi les disputaban el espacio en aras de una fotografía, pero en general admiradores encantados de la quietud evocadora, porque las estatuas vivientes que decoraron la calle Martí fueron un tributo a figuras con un alto valor iconográfico y cultural para la historia local.


Este no es un arte menor, pues desde el riguroso trabajo de maquillaje y caracterización hasta el dominio del cuerpo, demanda un alto rigor profesional de estos actores, en este caso integrantes del grupo de teatro callejero Tecma.  





Hay referencias de que las estatuas vivientes se remontan a la culturas egipcias y griegas, en épocas más recientes se popularizaron en Argentina, aunque no hay coincidencia de si fue en esta nación suramericana o en España donde revitalizaron la antiquísima práctica.


  




Alejandro Robaina Pereda, tabacalero conocido en el mundo por la calidad de las hojas cosechadas en su vega, único productor que dio nombre en vida a una marca de Havanos, fue una de las figuras locales que  desanduvo nuestras calles gracias a este arte estatuario.




Tiburcio Lorenzo, destacado pintor, paisajista que sobresalió por las obras en que dejó constancia de la belleza singular de los parajes del Valle de Viñales.
 

San Rosendo, Santo Patrono de la ciudad.
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 Cirilo Villaverde, destacado escritor, novelista costumbrista, autor de la obra Cecilia Valdés, o La Loma del Ángel, figura emblemática de la literatura cubana y pinareña.

 
Rosa Delgado, autora del Himno de Pinar del Río, pedagoga que dejó una profunda huella en varias generaciones formadas en la región más occidental de Cuba.

























María Teresa Vera, reconocida cantante y compositora que nació en Guanajay, cuando todavía ese territorio pertenecía a la provincia Pinar del Río, autora de populares temas del cancionero nacional.









Antoñica Izquierdo, campesina que se hizo popular por su capacidad de curar y hacer “milagros” empleando sólo el agua, su figura inspiró el filme “Los días del agua”. 




 



Polo Montañez, campesino, artista aficionado que alcanzó la fama de manera vertiginosa, primero fuera de Cuba y luego se convirtió en un ícono de la cultura cubana, murió prematuramente en un accidente de tránsito en noviembre del 2002.





















Jilma Madera, escultora, nacida en San Cristóbal  antiguamente municipio pinareño, creadora de la escultura El Cristo de La Habana.
 






Hijos de esta tierra, que la enorgullecieron con su obra, ya fuera en tareas tan comunes como la siembra de tabaco o con encumbradas creaciones artísticas, pero ennoblecieron el gentilicio de pinareños y en el contexto del evento "Nosotros", que propone un acercamiento a las raíces de la identidad vueltabajera, fue la representación a través de estatuas vivientes un hermoso homenaje a esos hombres y mujeres que enraizaron las esencias de la región,  entronizadas en el centro mismo de la cubanía

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