miércoles, 23 de abril de 2008

Somos la Revolución.

Entre las características de los cubanos, prevalece la de considerarnos un pueblo muy desenfadado, lejano al protocolo y maneras encartonadas de conducta, eso es cierto y en los últimos tiempos hemos traspasado el límite, para convertirnos en auténticos indisciplinados e irreverentes de todas normas preestablecidas, como lo definió magistralmente el Generalísimo Máximo Gómez, los cubanos o no llegamos o nos pasamos.
Eso se ha convertido en un problema a escala social, y es que supongamos a un chófer cualquiera de un vehículo estatal que al iniciar su recorrido matutino pasa por las paradas y violando lo establecido no se detiene para contribuir a la transportación de quiénes a esa hora van en tránsito para su puestos de trabajo, a ese mismo individuo, su esposa le comenta por la tarde que la doctora que tenía que atender a su hijo en la consulta de la mañana no llegó a tiempo, él proferirá unas cuantas injurias contra el sistema de salud, pero no sentirá responsable por haber dejado a esa galena varada en medio del camino.
Esa misma doctora, tal vez no se levantó todo lo temprano que debía, porque total como está el transporte nadie le puede decir nada porque llegó tarde, pero cuando intente legalizar los documentos de sus vivienda y tenga que permanecer largas horas en espera de un funcionario atacará a los burócratas que no se ocupan de atender a la población y ella misma habrá perjudicado a algunos pacientes, dando preferencia a familiares y amigos a la hora de consultar, violando los derechos de quienes permanecen disciplinadamente esperando para ser atendidos.
Pero si es la maestra de su hijo la que llega tarde a la escuela dirá que es una negligente que no se percata de que esos niños estarán perdiendo el tiempo porque ella no se levantó más temprano, a lo mejor concede recetas sin que medie una verdadera razón médica y propicia la falta de medicamentos en farmacia, sin embargo cuando ella vaya a comprar algún producto a la tiendas ya sean de divisas o moneda nacional y no lo encuentre, seguramente blasfemará contra el ineficiente sistema de abastecimiento y las administraciones que permiten que acaparadores se lo lleven todo mientras la desprotegen a ella una trabajadora.
La lista podría ser interminable y así cada quién sin mirar la paja en el propio ojo, se dedica a magnificar la que encontró en la mirada ajena, y las culpas recaen sobre la Revolución, y realmente no es error, porque esta es una Revolución popular y se concibió como un hecho de pueblo y si cada uno de los integrantes de esta nación no arrima el hombro y se siente parte de un todo, será imposible revertir la situación económica actual, valorizar la fuerza de trabajo y la moneda nacional, para que al fin todos podamos recuperar los niveles de vida de la ya lejana década de los 80 del pasado siglo.
Lo más frecuente es responsabilizar a funcionarios y altos dirigentes con la ineficacia de nuestros mecanismos sociales y económicos, cuando legalmente en este país todos estamos protegidos pero a pie de obra se desvirtúan las mejores intenciones y entonces se crea una amalgama indescifrable de incongruencias e insatisfacciones, dadas por la indolencia y negligencia de quiénes no se sienten parte de el sistema.
Mirarnos por dentro y reconocer nuestras propias responsabilidades en las inconformidades de otros puede ser un buen punto de partida para lograr esa sociedad eficiente y próspera a la que todos aspiramos, pero que no nos caerá del cielo, necesita ser hecha desde dentro, no por hipercríticos, sino por personas abnegadas que cada día se sientan satisfechos de hacer su pequeño aporte al gigante engranaje que es una sociedad.
Los cubanos somos capaces de hechos heroicos en situaciones límites, sin embargo no respondemos con igual espíritu ante la cotidianidad y ese es el heroísmo que nos hace falta en estos tiempos, que cada quien aproveche su oportunidad, que a la maestra le interese que sus estudiantes aprendan, el doctor junto con la receta emita una reconfortante sonrisa que le propicie tranquilidad al enfermo, el chófer se sienta complacido por todos los que transportó en una jornada, la auxiliar de limpieza se envanezca del brillo de sus pisos, la recepcionista de la afabilidad de su trato y así sucesivamente hasta que no queden ineficientes en ningún puesto de trabajo, puede parecer utópico pero es lo mínimo que debemos hacer en aras de preservar un proyecto social cuya mayor aspiración es la satisfacción de las necesidades materiales y espirituales de cada ser humano.
Y somos precisamente los hombres y mujeres de este pueblo los que podemos hacer que la Revolución sea un proyecto viable, y somos nosotros los responsables de todo lo bueno y malo que pase en esta isla, no nos despojemos de los compromisos que tenemos dejando en manos de dirigentes y funcionarios la cuota que nos pertenece.

2 comentarios:

Animal de Fondo dijo...

;)
Un abrazo.

Felix dijo...

Interesante su postura. La comparto en gran medida. Creo que la sociedad cubana es inmadura y funciona con mentalidad adolescente. Esa tendencia a responsabilizar "hacia afuera" cuando los hechos que nos afectan son negativos, sin mirar en qué medida nosotros mismos somos responsables de aquello.
Pero qué podemos esperar de la gente de a pie si, nuestros padres funcionaban así, y nuestros políticos actúan de igual manera? Llevo 40 años (los que tengo) escuchando que la culpa de todo la tienen el Bloqueo y USA. Mmmmmm No creo que a los americanos se les ocurriera inventar aquello del cordón de la Habana... Y si así hubiera sido, ¿quién fue el idiota que los escuchó?