viernes, 19 de diciembre de 2008

Cumpleaños.

Para América, que también celebra en la distancia.

Antes he hablado en esta blog de mi amiga América, una de las mejores que me he encontrado a lo largo de mi vida, desafortunadamente hace muchos años que no nos vemos, pero mantenemos una comunicación fluida, intercambiamos esas pequeñas cosas de nuestras vidas que pueden ser rutina para otros, pero trascendentales para los que nos aman.
A veces una de las dos guarda silencio imbuida en sus problemas del día y la otra reclama con urgencia, esos mensajes llenos de minucias y confidencias, volver a conectarnos ha sido algo bueno y no temo asegurar que las dos lo apreciamos por igual.
Los buenos amigos, se toman a veces ciertas libertades que a otros están vedadas y así hace unos días ella se tomó con motivo de su cumpleaños la de recordarme que estoy próxima al límite de las convocatorias…
Sí, porque hasta hace poco no había reparado en que todo aquello que se enmarca para jóvenes, se detiene en los 35, es la barrera matemática que nos deja fuera de una etapa y nos hace entender que ya pasaron, sino los mejores, al menos los primeros años de nuestras vidas.
América querida ¡qué indelicadeza!, hacerme saber que en apenas unos días, cuando se estrena el año nuevo, me voy a inscribir en la lista de los menos jóvenes, ¡se nos van quedando atrás tantas cosas!, otras que ya nunca más serán y podemos contentarnos con que el ánimo y la fortaleza te rejuvenecen, pero llevamos a cuestas los cuerpos, y ellos tiene la crueldad de mostrar las huellas del tiempo.
Y para colmo siempre aparenté ser mayor, muy simpático cuando con 13, 14 años lograba entrar si mayor contratiempo a espectáculos o centros exclusivos para mayores de 16, pero ahora no me hace ninguna gracia que parezca que ostento 40.
Mis sienes clarean y no lo hacen porque destellen en mí ideas brillantes, son las canas, blanquecino adelanto de la senectud, me molestarían menos si tuviesen la discreción de asumir la textura de mi cabello castaño, pero no, se empeñan en desafiar moldes y acomodos, exigiendo otros modos más invasivos para su ocultamiento, irritándome el doble, porque detesto los disimulos y fingimientos.
Me llegó el momento de definir qué hacer con mi sobrepeso, en unos años deshacerme de él será dejar al descubierto la flacidez de la carne y convertirme para el resto en “una vieja”, me queda el consuelo de que podría ser peor “una vieja gorda”, de cualquier forma me he tomado muy en serio por esta vez, cambiar mis hábitos alimentarios, las dietas son un sufrimiento y necesito algo más perdurable, sano y permanente, veré si logro odiar al chocolate, el pan, los helados…(y no sigo por temor a caer en la tentación de virar al revés el refrigerador hasta encontrar algo bien tóxico y rico en calorías).
Bromas aparte, los 35 me llegan y al hacer un balance de ellos, veo que poseo cosas valiosas a los que no renunciaría jamás, mi familia: la creada y de la que procedo; mi profesión: tengo el privilegio de que me paguen un salario por divertirme; el optimismo, la capacidad de soñar y las ganas desenfrenadas de vivir con la intensidad que lo haría un adolescente, deseosa de lo nuevo que ha de estar por venir.
También hay saldos negativos, pérdidas irreparables, algunas responsabilidades de la muerte, otras de las distancias, de los errores propios y ajenos, “del azar concurrente”, de los miedos…
Creo que he vivido con bastante intensidad, a veces incluso en exceso, tengo el cúmulo de cada instante en memoria y cuerpo.
Así que celebraré mis 35 sin la obsesión del tiempo, me sumo al rito de contabilizarlo aprendido de mis mayores, pero no me dejaré robar un sólo pétalo de mis “flores horarias”, quiero que cada una que abra llegue con mayor esplendor y luz que la que se fue.
Me gustaría el próximo 5 de enero tener cerca a más personas de las que amo, pero sé que ese día al amanecer cuando suene el teléfono como sucede desde hace cinco años, la primera voz a escuchar del otro lado será la de mi papá, con un apremiante ¡Felicidades!, justo antes de ir a trabajar, tendré más correos que leer, y mis hijas me darán todos los besos encomendados por línea telefónica y aún más, mi esposo una vez más “pondrá el extra de los campeones” y tratará de que celebremos sin que la nostalgia me embriague, (se ocupará menos de lo que pueda hacer el alcohol).
Seré un año mayor, no habrá fiesta en mi casa de Holguín, como no lo hubo en un cuarto de beca donde paliábamos carencias para que América y Archie (otro amigo que cumplió por estos días), en medio de las pruebas semestrales tuvieran su celebración.
América, parecen increíbles aquellos 16 años con los que nos hicimos amigas, espero que Daniela, India Alejandra, Diana, María Fernanda y David puedan conocerse antes de que alguno de ellos cumpla esa edad.
Espero que hayas tenido un feliz cumpleaños, que como siempre llevaras puesto algo morado y que pronto podamos festejar uno de nuestros onomásticos juntas y cerca de los nuestros.

4 comentarios:

Joselu dijo...

El año en que cumplí treinta y cinco hice un viaje en que recorrí el sur de España y Portugal. Me desplacé en autobús, tren, auto stop, caminando... Leí a Shakespeare en pensiones con escasa luz y terminé Guerra y paz en Toledo. También fue el año en que murió mi padre justo unos días después de cumplirlos. Te deseo que tu cumpleaños te traiga todas las cosas bonitas que has mencionado; las otras no merece la pena pensar en ellas. Es la vida que pasa y nos va haciendo cada vez más ricos en experiencias y en amor. Ojalá pronto puedas ver a tu amiga América. Un abrazo.

Yolanda Molina Pérez dijo...

Joselu ni siquiera se me ocurre pensar que pudiera hacer tantas cosas para celebrar mi cumpleaños, será un festejo "cortico", pero no los dejaré pasar por alto, nunca se es lo suficientemente "viejo" o maduro como para perder a los seres queridos, es una de las experiencias que más temo afrontar, pero me voy a quedar con los buenos deseos...si las cosas no fallan en el verano del 2009, lograremos vernos y juntar nuestras proles...gracias

Maykel dijo...

Felicidades anticipadas!
Estoy muy, muy contento, de que todo haya vuelto a la normalidad.
Un abrazo grande.

Yolanda Molina Pérez dijo...

Gracias, la normalidad de mi vida es justamente el caos y la vorágine, pero me gusta.
Un abrazo