jueves, 8 de enero de 2009

El regalo de Marlene.

Hoy me levanté enferma, diagnóstico: tristeza.
Una de esas mañanas en que te miras al espejo y te sientes fatal sólo de pensar en salir a la calle, en tener que conversar, asumir la rutina del día, no te imaginas cómo lograrás desearle a alguien buenos días, si los tuyos no pueden ser peores, un amanecer de pesimismo y pocas ganas de empezar.
Cuando tengo esos días así, necesito sentir esa pena, si la cubro de optimismo no cierra y se queda latente por mucho más tiempo, sin masoquismo preciso padecerla en el momento textual, hacer el duelo.
Me quedé en casa, dónde el entorno tampoco pintaba halagüeño, la empresa eléctrica reparaba líneas en mi zona de residencia y hasta pasado el mediodía no tendría fluido, tampoco agua…, que cuando el mal es… no valen…., pero nadie se muere la víspera así que traté de hacer cosas domésticas en la medida de lo posible y ocuparme en algo menos doloroso que la flagelación espiritual.
Marlene tuvo el acierto de arreglarme el día, es injusto que no pueda decir cómo es, porque no la conozco personalmente, sólo escuché su voz, fue a buscarme a la redacción del periódico, le dijeron que no estaba y debió ser muy persuasiva para que una colega accediera a llamarme por teléfono y que estableciéramos contacto.
Marlene es una lectora de Guerrillero, en unos pocos minutos me demostró que es fiel seguidora de mis trabajos, quería ofrecerme temas de su entorno de mujer jubilada que quiere sean abordados en la prensa local, y prefiere lo haga yo.
Marlene está convaleciente de una operación de rodilla y hoy subió hasta le segundo piso de la redacción para regalarme sus inquietudes, ella es también una oriental radicada en Pinar del Río, hablamos de nuestros lugares de origen, concertamos una cita y dejamos temas en el tintero , iré en busca de detalles para poder asomarme desde su prisma personal.
Marlene tiene una voz dulce, maternal, segura, me obsequió algo que me envanece más que los elogios que prodigó a mi trabajo, me ofrendó su confianza, justamente cuando mi tristeza era fruto del desengaño…
Marlene no lo sabe pero hoy me arregló el día, si algunos omiten verdades porque “cuestiono todo”, otros me las regalan justamente por eso, eso de buscarle la quinta pata al gato parece algo genético en mí, no me gustan los conflictos, tampoco lo silencios culpables, no quiero vivir en guerra, tampoco en la sórdida paz de los rencores mordidos, me molestan los velos de dudosa transparencia, las verdades a medias... y no sigo, que me vuelvo a enfermar.
Gracias Marlene

2 comentarios:

Joselu dijo...

Hay día que ya, ya... y entonces un saludo, unas palabras, una sonrisa, no sabemos por qué contribuyen a animarnos la jornada. Hay presencias mágicas que iluminan el mundo. Hay, afortunadamente, Marlenes en el mundo. El pasado viernes tuve una en mi día laboral. Gracias por esa sonrisa. Un abrazo.

Yolanda Molina Pérez dijo...

Por suerte esas Marlenes nos devuelven en momentos de descrédito la confianza, saludos