domingo, 4 de abril de 2010

Por el futuro.

Una de las primeras acciones de carácter popular y amplia repercusión social implementadas por la Revolución fue la Campaña de Alfabetización, fue seguida de programas de superación y apertura del diapasón instructivo.
Las batallas por el sexto, noveno y duodécimo grado secundaron al esfuerzo por erradicar a los iletrados.
Para valorar es su justa medida las acciones emprendidas en aras de la cultura popular también se precisa recordar las ediciones de clásicos de la literatura universal, el papel de los cine móvil llevando el séptimo arte a lugares antes impensados; el teatro y la danza abandonaron sus escenarios tradicionales para diseminarse por toda la geografía insular.
La electrificación y potenciación de las transmisiones radiales y televisivas, también como vehículos difusores al servicio de la educación, no sólo de modo subliminal sino directamente con clases y repasos televisados.
Hoy parecen hechos muy lejanos en el tiempo, aquellas luchas por equiparar el conocimiento, ya son varias las generaciones nacidas y formadas al amparo de un sistema de educación gratuito y abierto no sólo a todos, sino a todas las necesidades.
En los últimos tiempos hemos sido testigos y protagonistas de cambios frecuentes en el sistema de educación, con modificaciones a metodologías, estructuras y modelos pedagógicos, este curso con el incremento de las exigencias, el rigor y el reajuste de posibilidad y cantidad de opciones para continuar estudios preuniversitarios o superiores estudiantes y padres se preocupan y no es exagerado decir que se halan los pelos ante estas perspectivas.
El libre acceso a educación es una conquista que constituye pilar de la Revolución, por la connotación y papel social de la misma los errores estratégicos que se cometen en ella tienen una amplia repercusión. Hoy lamentamos la falta de exigencia que en cursos pasados permitió que graduados de las diferentes enseñanzas realmente no lo hicieran con la calidad necesaria y esperada, es cierto que ahora se trata de subsanar estos dislates, pero hacerlo implica más que un cambio en el sistema evaluativo.
Primero es importante recordar que no se pueden hacer exámenes de a peso si se dieron clases de centavos, la exigencia al claustro debe centrarse en potenciar la auto preparación, no pocos educadores lamentan el exceso de papeleo en detrimento de esta actividad que debe de ser la esencial.
Aunque los elementos sujetivos no se pueden soslayar, porque mientras haya maestros que dejen sin orientar tareas de un cuaderno de trabajo en todo el curso y después ante la alerta de “viene visita” indique en un fin de semana llenar un centenar de páginas o aquel que al calificar una prueba penaliza por la falta de ortografía propia y no la del estudiante, será muy difícil revertir la situación.
Ante el éxodo de profesionales en la década del 90 del pasado siglo, la formación de personal para impartir clases se violentó con varias opciones donde el calificativo emergente ha sido una constante, la pedagogía y el oficio de educador no son justamente algo para aprender con premura y aunque hay historias muy hermosas, también hay páginas oscuras, entre otras cosas porque la vocación puede estar muy definida en etapas tempranas de la vida, pero no siempre es así, además tampoco es un oficio para ejercer por compromiso moral o político con el momento actual.
Al margen de estas situaciones hay otras, si hoy se trata de eliminar el exceso de profesionales formados en especialidades humanísticas, al hacer un cierre casi total de estas y ofertar sólo técnicas ¿no estamos justamente llevando la balanza al otro extremo cuando lo recomendable es el equilibrio? ¿Dentro de algunos años no habrá carencia de humanistas y exceso de técnicos?
A veces parece que la educación abandonó aquel camino seguro de la década del 70, 80 y primer quinquenio de los 90 para perderse en un bosque con muchos senderos que conducen a pequeños claros, pero no nos llevan a la pradera, algunas experiencias se retoman como la sistematicidad y rigor de las evaluaciones, pero reitero se necesita más, fundamentalmente en la especialización, búsqueda del conocimiento y su aprehensión como objetivo esencial del estudiante, enseñar nuestros jóvenes a razonar más allá de las habilidades “papayaguísticas” que puedan desarrollar, no significa tener sólo mejores estudiantes, sino mejores seres humanos capaces de enfrentar mejor armados esa no pocas veces adversa circunstancia que es la vida.

2 comentarios:

Lola dijo...

En todos los paises nos quejamos de cosas referentes a educación. Aquí han quitado mucha base de literatura a la enseñanza y es una pena. Un abrazo Lola

Yolanda Molina Pérez dijo...

Lola realmente para mí es un tema casi obsesivo, lo padezco muy de cerca, mi hija mayor ha tenido una sola maestra que merezca ser llamada como tal ¡y nos duró tan poco! por problemas personales cambió de escuela...
En casa debo suplir esa carencia y por suerte es muy aplicada, pero no dejo de pensar cuánto mejor sería si tuviese mejores maestros....
Mis padres son maestros y no reconozco la abnegación que recuerdo de ellos y sus colegas, si algo dañó la crisis económica en Cuba, fue el sentido de pertenencia y entrega a la profesión, pagos insuficientes hundieron el placer de trabajar y el orgullo de hacerlo con excelencia.
Un abrazo