martes, 29 de junio de 2010

El valor de la palabra.

Según un antiguo proverbio juzgamos a los demás por lo que somos y no por lo que son, como suele suceder con estas sentencias resultado de la sabiduría popular, hay muchas maneras de interpretarla y en diversos casos puede traerse a colación, más hoy pretendo circunscribirme a algo en específico.
A pesar de que el rumor no merece el crédito de la veracidad, suelen tener un origen sustentado en la realidad, aún cuando propague calumnia o infamia, alguien buscó al repetidor ideal para poner en su boca infundios que respondan a sus intereses. Tipificado como delito, el acto de difamación, resulta un tanto engorrosa la búsqueda del punto naciente de la mentira convertida en acusación.
Cada palabra se corresponde con un significado y esta expresa un concepto, o un conjunto de ellas lo esbozan en su totalidad, pero esto no es un análisis sobre sintaxis gramatical, sino sobre la responsabilidad que implica cada vocablo salido de nuestros labios, atendiendo a la condición primigenia del lenguaje como expresión del pensamiento.
Se acepta como rasgo distintivo del cubano su condición de hablador, se suma a ella la de exagerar verbalmente cualquier hecho que narra o describe, pero de ahí a ser irresponsables en lo que decimos se debe marcar una diferencia notable, no es lo mismo la jactancia que la mentira.
Hacer del engaño un modo de vida lamentablemente no es un hecho aislado y mucho menos asombroso en estos tiempos en que no pocas veces nos asombra la parsimonia del hablante que hasta pretende ignorar nuestra capacidad de discernimiento, menospreciando al interlocutor.
Somos un pueblo con una rica tradición de hombres honestos que son parangón de esta virtud por la correspondencia que los distinguió y distingue entre palabra y acción, ser herederos de ello no es un asunto de poca monta, sino de actuar cotidiano.
Estos seres que desafortunadamente van creciendo en número, juzgan de la misma manera en que proceden y dan poco crédito a las palabras de otros, aún cuando le falten los elementos para sostener ese cuestionamiento, dan por sentado la mala intención del hablante y buscan segundas lecturas y beneficios inexistentes en quien habló, sólo porque ellos son incapaces de obrar de modo diferente.
El valor de cada palabra, no radica en lo que se pueda conseguir a través de ellas, sino en la certeza, aunque sea relativa que trasunta hacia el destinatario, ahí está el vano compromiso que propicia la seguridad, el desprecio por la palabra empeñada, la superficialidad concedida a la oralidad, por aquello de que las palabras se las lleva el viento.
Pueden quedar a merced de él si se pronuncian en ausencia de oídos, pero mientras exista un receptor de cada expresión debe ir en ellas la convicción de que trasmite un pensamiento, personal o colectivo y el respaldo del individuo que las pronuncia.
Cuidar del lenguaje para que los tonos y las palabras sean las justas y no vanamente hirientes, requiere de madurez y conocimiento, escogerlas para halagar los oídos ajenos en beneficio propio o resguardo personal en detrimento de su veracidad tiene definiciones populares y ampliamente conocidas: guataquería y cobardía.
Los guatacas y cobardes no conciben que alguien sustente su discurso, en el sentido más amplio de esta palabra, sólo por respeto a la verdad y el justo reconocimiento al mérito ajeno, con la observancia que merece la objetividad.
Son ellos muchas veces quienes lanzan la primera palabra ofensiva y de enjuiciamiento hacia quienes suponen desde su naturaleza personal incapaces de poner en al balanza las onzas de bien y mal.
Equivocarnos no es ajeno a la naturaleza humana, admitirlo tampoco debería de serlo, verdades absolutas son escasas y el tiempo y la evolución cada vez lo dejan más claro, pero pensar cada palabra y asegurarnos de que se corresponda con lo que pensamos, nos hace mejores seres humanos; desechemos el oportunismo y el frágil escudo de la mentira, hagamos de la verdad la base del diálogo y estaremos destronando a los mentirosos, esos que nos juzgan y enjuician porque son incapaces de transparencia quedarán por si solos abandonados en el camino, siempre y cuando no encuentren quienes repliquen sus desbordadas alucinaciones sólo para complacerlos.

9 comentarios:

Animal de Fondo dijo...

Yolanda, espero que el campamento agrícola ya esté en mejores condiciones. Como siempre, el artículo está estupendo, ponderado y exacto. No puedo evitar que cada día me guste más tu escritura.
Y nada más; que te echábamos de menos y que cada vez que veo en Google Reader que has actualizado, corro a recibir un soplo de vida.
Un abrazo.

Anónimo dijo...

Que bueno, estas de vuelta y con un texto tan profundo ¿Cómo lo haces? Para convencer así, tan “aplastadoramente”
Te sigo.

Yolanda Molina Pérez dijo...

Francisco el campamento agrícola mejora, quiero escribir sobre el tema y espero que tú puedas "traducir" a términos entendibles en caso de que yo no logre lo que significa en Cuba construir por medios propios, la parte más dura de la faena está hecha, la placa, pero todavía no recupero la funcionalidad de todas las habitaciones, en julio estaré con más tiempo pues ya espero el arribo de mi Ángel de la Guarda.
un abrazo y gracias por tus cumplidos.

Yolanda Molina Pérez dijo...

Gino, espero que mis palabras sirvan para convencer a otros, un abrazo y gracias.

Lola dijo...

Será por algo por lo que escribes esto, algo que no está a mi alcance. Pero me ha gustado y pienso como tu, que ser honesto es un valor muy grande. Un beso Lola

Lola dijo...

Muy bueno Yolanda. Siempre intento cuando escribo medir mis palabras. Me horroriza ofender a alguien. Odio a la gente que es capaz de difamar y puede dormir por la noche. Es verdad lo de "difama, que algo queda". Me ha gustado tu post. Un beso Lola

Yolanda Molina Pérez dijo...

Lola llevo días tratando de sentarme frente a la máquina a escribir y ponerme al día en lectura y publicación, pero he estado con muy poco tiempo y un montón de incovenientes, hoy llegó mi padre, y con él aquí todo fluye mejor, de nuevo tengo problemas para publicar en tu blog, pero me encantó el post de la sección femenina y el de las rancheras, yo soy una gran llorona, y quisiera creer que podré conservar esa posibilidad de emocionarme hasta el día de mi muerte, no sabes cuánto me alegra saber por tus palabras que es algo a lo que puedo llegar, un beso...

Ernesto dijo...

Fantastico haberte visto y leido, tu blogger es riquisimo. tus hijas son bellisimas tu eres bellisima. me hubiera gustado encontrar mas trabajos tuyos... pero en fin lo fantastico es que esa página tuya me ha encantado, me gustaría que me escribieras pronto. no tengo muchas posibilidades de conectarme pero a partir de ahora tendré una gran anciedad por encontrar que me has respondido. me da mucho gusto que hayas realizado tantas cosas, eso trasmites en tu página del blogger, un beso y mucho cariño. ojalá me recuerdes. Ernesto Ceballo Pintor Grabador etc Holguín. A Ruben Rodríguez lo he visto muy poco en los ultimos años, casi balbuceaba algunas palabras cuando me crucé con él en la calle hace una semana atrás, está fundío´. otro beso y espero que hasta pronto. soy algo neandertal en esto del cacharreo te he escrito por todos lados incluso por el guerrillero en el articulo de ¨las canas¨

Yolanda Molina Pérez dijo...

Ernesto siento en tus palabras una auténtica alegría por encontrarme, me reconforta que así sea, si algo he tratado de hacer durante mi vida, es que quienes por alguna razón estén en ella, guarden un buen recuerdo mío, al margen de las circunstancias.
Muy a pesar del tiempo, las distancias, los silencios, Ruben sigue siendo mi mejor amigo, la persona a la que no preciso explicar nada, ni tampoco pedir, el ser incondicional que siempre está y estará, y alguien a quien jamás recuerdo haber visto balbuceante, espero que haya sido premura...
Me alegra que estemos en contacto.
un abrazo.