miércoles, 8 de febrero de 2012

Agradecimientos.


Una vez más pude ver a mi abuela, permanecí por varios días a su lado en el hospital, cuidándola y disfrutándola, aun en un contexto tan adverso como una sala de terapia intermedia, felizmente cuando regresé a casa ya la dejé de vuelta en la suya, nuevamente fue muy difícil dar el último beso y despedirme, no está bien, aunque estable y  en medio de un proceso de recuperación lento, en la distancia sigo al tanto y en la medida de lo posible ofreciendo la ayuda que pueda, siempre muy lejos de la que deseara.
Esta última estancia en mi añorado oriente cubano, no tuvo los matices de alegría de otros viajes, aunque el reencuentro familiar es siempre un gozo,  además tuve el gusto enorme de conocer a los médicos y enfermeras que lucharon con denuedo por salvar la vida de mi abuela, traje de ellos un montón de recuerdos,  llevaré conmigo el agradecimiento y respeto por la profesionalidad, dedicación y entrega que pude presenciar en el colectivo de esa sala hospitalaria del  Carlos Manuel de Céspedes en Bayamo.
Y aunque hace varios días de mi retorno el cúmulo de trabajo me robaba los minutos que deseaba dedicar para volver a este rincón, donde puedo escribir desprendida del oficio, sólo con las ganas de  contar un poco de mí y los míos.
Hace tiempo que planificaba hablar de una nueva experiencia profesional, desde septiembre  estoy vinculada a la enseñanza, impartiendo clases en la Universidad Hermanos Saíz a estudiantes de Periodismo, ya sé que antes dije que colgaba los guantes, pero no sólo se puede quedar uno en la orilla criticando lo que hacen otros, a veces es preciso mojarse el traje para al menos intentar nadar en aguas turbulentas.
Y así comencé como parte de un “team teacher” a trabajar la asignatura de Periodismo Impreso con dos colegas más, para ser franca hacía años que no asumía un reto profesional  en el que me sintiera tan implicada y a la vez puesta a prueba, no basta con ser periodista para poder enseñar a otros a serlo. No es suficiente poseer el conocimiento, hay que encontrar maneras no sólo para  ilustrar, sino para motivar y cautivar.
Sería jactancioso, irreverente y petulante pretender que soy una profesora, en el sentido amplio de la palabra y el rigor que al menos para mí encierra tal oficio, pero me ha acercado a hábitos ya perdidos como el estudio sistemático, la actualización de técnicas, tendencias y teorías.
He encontrado en pararme frente al aula y sostener ese encuentro con dignidad las motivaciones profesionales que ya no me estremecían,  por mucho tiempo sostuve y sostengo que la pedagogía no me corresponde, la paciencia imprescindible para ella, no habita entre mis virtudes, sin embargo puedo asegurar que aunque es tiempo tomado de mi tiempo he intentado que cada minuto dedicado a la faena lleve para los alumnos la impronta de la utilidad, lo he hecho y sigo haciéndolo con respeto; llena de  unas ganas enormes de poder ayudarlos a adentrarse con acierto en una profesión que en lo individual  ha sido como una bendición.
No creo que vaya a quedar en la historia como pedagoga ni mucho menos, pero si pienso que esta experiencia que ha hecho reverdecer mi pasión por el periodismo será un acicate en cualquier momento de la vida cuando teclear letras se torne cansino y resulte una carga desprovista de emoción, así que aunque permanezca por horas envuelta en conceptos y quite tiempo a mi ocio y otras funciones, por mucho que le enseñe a los estudiantes, he sido y sin duda seré la más beneficiada.

4 comentarios:

Lola dijo...

Pues te deseo lo mejor de lo mejor en tu nueva etapa de profesora de la Universidad. Un beso Lola

Yolanda Molina Pérez dijo...

Gracias Lola, abrazos...

Animal de Fondo dijo...

Querida Yolanda, felicidades por el restablecimiento de tu abuela. Ya comprendo que el viaje habrá sido complicado, pero me alegro de que lo hayas podido hacer y que la vieras de nuevo.
¿No pasarás a la historia como pedagoga? Tal vez no a la historia de los libros, pero estoy seguro de que tu estilo marcará a algunos muchachos, y en esa historia, en la suya, sí quedarás. A veces pienso que la enseñanza es la vocación más noble que hay, más desinteresada incluso que la medicina, porque ejerce una acción más espiritual y tan viva como cualquier otra. Estoy seguro de que ayudarás a muchos.
Abrazos.

Yolanda Molina Pérez dijo...

Francisco soy hija de maestros y te puedo asegurar que quienes ejercen la profesión con verdadera vocación dejan parte de su alma en los educandos, desde los mejores hasta los peores, justamente haber sido testigo de tanto sacrificio, noches y madrugadas en auto preparación llevando familia, estudios y trabajo simultáneamente me hacía renegar de la pedagogía, asumirla ahora como un compromiso colateral es mucho peor de lo que podía imaginar y es que quiero hacerlo lo mejor posible, tratar de entender las desventajas y ventajas de esta generación que se forma hoy y que podrían ser mis hijos matemáticamente hablando, en un reto profesional porque no puedes predicar moral en calzoncillos y lo que a veces hacía como simple rutina profesional ahora me exige un mayor rigor “la profe” sigue siéndole cuando firma lo que escribe y las mismas herramientas que les ofreces pueden ser la lista para medirte, pero en conjunto me ofrece beneficios a mí, que donde la morosidad y dejadez habían ganado espacio lo están perdiendo.
Un amigo comentaba a mi esposo que no entendía las razones por las que estaba metida en este lío que a fin de cuentas pagan mal y su sorpresa fue mayor cuando supo que lo hago gratis y peor cuando él le dijo que pagaría porque lo hiciera siendo testigo del placer y la motivación que me han propiciado, me han devuelto bríos que soy quien queda en deuda con ellos y espero que mis clases, si no las saldan al menos las amorticen.
Agradezco tus buenos deseos, que dejan ver un afecto incondicional. Abrazos…