El 15
de octubre es el Día Internacional de la Mujer Rural, jornada dedicada a ellas
por el aporte que hacen a la producción de alimentos y el sostén de la familia.
La integración femenina es primordial para la seguridad aliemntaria y la
erradicación de la pobreza, que también tienen sus jornadas mundiales los días
16 y 17 del presente.
“Yo nací como
quien dice en una hoja de tabaco, cuando estaba chiquitica mi papá ponía una
tablita en la cosechadora y ahí me sentaba”, confiesa orgullosa Justina de la
Caridad Domínguez Hernández.
A sus 43 años
reconoce la pasión por el trabajo agrícola, “esto es lo que he hecho toda la
vida, primero en la vega de mi papá y después en la de mi marido, antes ya ensartaba pero quería ser
independiente y cuando desintegraron la CPA Emeterio Diego pedí tierras.”
Actualmente es miembro de la CCS Celestino Pacheco.
Maximina es su vaca
preferida y
literalmente come de su mano
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Esposa, madre de
dos hijos y abuela de una niña de cinco años recuerda que soñó con ser
veterinaria, “pero me enamoré y no estudié, yo crecí aquí” –en Marcos Vázquez,
barrio de Briones Montoto- la mamá y el
papá de Justina también son propietarios de tierra, productores tabacaleros con
quienes aprendió el secreto de la hoja, pero fue con la bisabuela que entró en contacto con el ganado,
ahí descubrió el gusto por los caballos y reses, esa atracción hoy la hace una criadora
excepcional.
Justina tiene 72
cabezas de ganado en un área de 15 hectáreas, el compromiso de entrega de leche
para la industria este año era de 16 000 litros y al cierre de agosto alcanzó
la cifra de 21 700, al preguntarle las razones para un plan por debajo de las
potencialidades declara: “no me gusta quedar mal y si pongo una cifra mayor, después una vaca malpare, se muere un ternero
o pasa cualquier otra cosa, incumplo mi
palabra. No importa el plan porque aquí toda la leche va directo a la
industria, eso lo sabe todo el mundo”.
“Este ganado es
mi vida, no escatimo nada para los animales, ahí tengo una gaveta llena de
medicamentos que lo traen a la cooperativa y los compro aunque en ese momento
no los necesite, pero los tengo para cuidarles la salud y resolver cualquier
problema, también siembro mucho pasto para asegurar la alimentación, ya me está
haciendo falta más tierra”
El ternero más
mimado de los 18 de la finca El Rocío es justamente uno que fue herido por un
toro, la atención esmerada garantizó que sobreviviera a un embiste poderoso.
Justina además de productora de leche y
tabaco, cultiva frijoles y para el próximo año contrató sorgo y maíz. No la
asusta el trabajo y tiene muy claro sus prioridades “Primero que todo soy mujer
y femenina, pero lo mismo enlazo una res, un caballo, que enyugo una yunta, o
cojo la araña y voy donde haga falta, también soy muy buena jinete, las
carreras de caballo son mi deporte favorito; Dios me dio esta gracia de poder
hacer esas cosas y más, porque corto
caña o cualquier cosa”.
No le teme al trabajo, es propietaria y obrera para todo el
laboreo de la finca.
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De las tareas de la casa disfruta cocinar y lavar, no deja
que nadie la ayude con esas faenas, en la zafra tabacalera cocina para todos
los trabajadores de su plantación y la
del esposo, también lava la ropa de
aquellos que se alojan allí.
Los hijos
laboran con ella el mayor con 27 años en
la vega y el menor de 17 en la vaquería, la próxima partida de este último al
Servicio Militar le preocupa, pues por increíble que parezca todo ese sistema
productivo lo sostienen la familia y dos obreros.
Sobre
dificultades para abrirse camino en una tarea fundamentalmente de hombres,
recuerda la negativa a entregarle las tierras hoy dedicadas a la ganadería: “Fueron dos años de lucha,
tuve que ir a todas partes, al Partido Municipal, al Provincial, al Gobierno, la FMC, pero siempre me decían: no, días
enteros viendo a este o aquel y en Cítricos Troncoso, no y no; sufrí mucho
porque en ocasiones hasta me humillaron, tomé esta tierra y empecé a producir,
me multaron y está bien, respondí por lo que hice mal, finalmente todo se
resolvió y tan amigos como antes, porque ese fue un problema de trabajo, así lo
veo yo”
Sin embargo en
la cooperativa nunca fue cuestionada, y aclara: “Aquí saben cómo soy, me gusta
hablar claro y voy de frente, cumplo con lo que digo, le pongo fuerza de
voluntad y empeño a lo que hago, sino las cosas no salen bien”
Preocupaciones
expresa relacionadas con el pago de la leche: “Le subieron el precio al tabaco,
los frijoles que son cultivos por
campaña; la ganadería es todos los días,
yo no tengo fiestas, vacaciones ni descanso, si le aumentan hubiera más
optimismo, para los que están atrás, cogen más embullo”
La finca El
Rocío es un ejemplo a imitar en cuanto a entrega de leche a la industria, una
de las prioridades de la agricultura cubana para sustituir importaciones.
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El rigor físico
y permanente que demandan las diferentes labores abre una interrogante, ¿y el
futuro?
“No sé, mis
hijos no son como yo, de empuje; tengo
un hermano y una hermana y mi papá decía que yo tenía que haber sido varón por
esa fuerza emprendedora, pero a veces con
tantos dolores me cuesta levantarme de la cama, pero mientras esté aquí,
habrá finca El Rocío, aunque vaya con 90 años y el bastón hasta la vaquería”
Esta mujer de
estirpe campesina no puede disimular el amor por lo que hace, tampoco lo
intenta, ni el orgullo de ser reconocida por ello, no teme reconocer la dicha
de triunfar y siempre tiene la mirada puesta en metas superiores.
1 comentario:
Gracias por contarlo, Yolanda.
Abrazos a millares.
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