La victoria del equipo de béisbol de la Isla de la Juventud,
regocijó a muchos y sin ánimo de escamotearles la alegría del triunfo, en gran
medida porque vencieron a Matanzas, al que el éxito se le vuelve esquivo.
Es lamentable que los matanceros no gocen de mayor apoyo
popular, porque sus resultados y estilo de juego los hacen merecedores, pero es
tanta la antipatía generada por su director, que por el simple hecho de verlo a
él padecer muchos juntan fuerzas en el banco contrario, y ese es también un
merecimiento justo.
Sin pretender un análisis de entendida en la materia, pero
con el juicio de cualquier cubana que disfruta de un juego de pelota, Víctor Mesa volvió una vez más a hacer gala de
conductas antideportivas, manoteando frente a un árbitro que respetuosamente
mantenía las suyas a la espalda y se repite la historia de su impunidad.
En el último inning, dejó caer el espíritu de combate que
distingue al equipo y expuso el pitcher innecesariamente, que como si fuese
poco también llevó sobre sus hombros comentarios poco afortunados de los
narradores del juego, a los que el desánimo por la remontada isleña les
traspasaba el tono de la voz.
Increíble que el hecho de intercambiar saludos en el terreno
les hiciera acreedores de elogios, cuando no hubo ni una censura en momentos
anteriores por la ausencia de este gesto.
Los matanceros necesitan jugar con menos tensión, disfrutar en
el terreno y dejar que la adrenalina fluya en función del espectáculo, el
público y el placer de competir, no de
la reprimenda que llegue desde el banco.
Los cubanos han rebautizado a Víctor Mesa como Compay Segundo,
por su incapacidad de conducir el equipo hasta la cima del podio, razón cuestionada por los seguidores del deporte por
ser el manager que dirige el equipo nacional, y hasta el que han llegado los
efectos de su mal estilo de dirección.
Esta vez los matanceros quedaron un escaño por debajo, pues
fueron eliminados de la final, tendrán que conformarse con un tercer lugar,
nada desdeñable pero incongruente para el equipo que marcó la punta toda la
temporada; cuyo potencial y estadísticas
los convertían en papel y números como grandes favoritos para el título de
campeón.
La Comisión Nacional de Béisbol ha demorado bastante en
revocar la decisión que puso en sus manos al team Cuba por un quinquenio, no
hay indicios de que piensen hacerlo, apostar es por sí mismo una conducta
irracional, hacerlo por alguien que ha demostrado fehacientemente no ser
triunfador, es una tontería, no un acto de fe.
Supongo que ahora el humor de los cubanos rehaga la
nomenclatura bautismal de Víctor Mesa, por el momento dejémoslo llevar los
atuendos de un rey tercero, que por demás va coronado con sombrero triangular,
cualquier analogía con atuendo de pirata, es pura coincidencia…
La sonrisa en su rostro es para evocar al jugador que
conquistó y deleitó a este pueblo, al que imprimía alegría y energía al juego,
al que se admiraba con devoción y era paradigma de los infantes, ese es el
hombre que si resurge y toma las riendas de cualquier equipo en el país, tendrá
millones de seguidores, sea cual sea la porción insular que represente. Máxime
cuando al hacerlo, estaría demostrando la
grandeza implícita en la humildad de reconocer sus errores.
Y entonces nadie haría mofa de su derrota, que puede parecer
un punto de vista insolidario, pero es la expresión popular de quienes
consideran su capitulación como un acto de justicia.
A los matanceros, mejor suerte; a los pineros, éxitos.
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