El azar de la
memoria desteje vericuetos y hoy recuerdo a abuela colocando un ramito sobre mi hombro
izquierdo en una maxifalda azul que a mis cinco años causó furor y numerosas
fotos de familia salvan del olvido, consolándome después de ella misma haberme
inyectado con penicilina, llevándome hasta la escuela, peleando por mi aversión a la leche, trajinando en la
cocina, yendo con ella a casa de sus padres, la recuerdo con un vestido
floreado, medias finas y mocasines, la evoco llena de vida cuando su cuerpo yace
inerte, ya por siempre en un féretro en su última noche sobre la tierra.
Según la tradición, familiares allegados y amigos velan
su cuerpo en un acto de despedida en el que no estoy, tampoco está otra de sus nietas, mi prima Idania estaba
con su familia en Matanzas y ya habían planificado visitarnos acá en Pinar,
todos prefirieron que viniera a hacerme compañía y que no regresara para el
funeral, somos las ausentes en este último ritual, la situación de salud de
India hace imposible pensar que pueda ir, ella en un acto que nunca podré
agradecer lo bastante está a mi lado y en medio de tanta pena, es un gran
consuelo.
Sabíamos que abuela podía morir de un momento a
otro, pero por esperada no deja de ser dolorosa esta pérdida, hemos estado por
teléfono al tanto de todo, desde la ropa con que fue amortajada hasta las
personas que han estado allí, no dejo de pensar en cada detalle, me preocupa mi
hermana que estaba con ella en esos momentos, mi madre, mi tío, mis otras
primas y mi abuelo, tengo un montón de
abrazos enredados en el cuerpo, un torrente de llanto en la garganta y una
sensación de zozobra en el alma, ante la poquedad del amor frente a las
adversidades de la vida.
Un temor tanto tiempo anidado está envolviéndome, la
imposibilidad de asistir a momentos cruciales de la familia por la distancia
geográfica que me separa de mis seres queridos y hoy al menos tengo el consuelo
de otros amores alrededor: mis hijas, mi
padre, mi esposo, mi prima y su familia.
No será pronto el reencuentro, quizás pasen meses
antes de que India esté en condiciones de viajar, haber visto de cerca la
posibilidad de su propia muerte es un hecho trascendental e irreparable que
dejó huellas indescriptibles, pero La Parca parece que siempre tiene en su mano
una carta de triunfo.
Abuela no pondré un último beso sobre tu frente
inerte, pero te he rozado con cada labio que lo hizo, no te humedecieron mis
lágrimas pero hay un poco de ellas en todo el llanto que te despide, no veré tu
féretro sepultarse bajo tierra y sin embargo
algo de mí se hunde en él, lo último que me dijiste aquel 24 de enero al despedirme
fue que cuidara de las niñas, eso hago hoy cuando intento enseñarles que la
muerte es un proceso natural y el verdadero milagro haberte tenido tantos años
con vida.
No fuiste perfecta, lo sabemos, pero esté mundo será
menos sin ti, definitivamente diferente y perdemos un asidero que nos hace más
vulnerables ante el viento y el futuro, no sólo serás un trozo de memoria, sino
existencia latente en todo lo que nos dejas, aquí estás como la eterna abuela,
que ni muerte ni tiempo pueden arrebatarnos, no habrá ni un último abrazo, ni
un último beso, ni un último adiós, porque cada día que vivamos estaremos
entregando ese amor que no le pertenece sólo a tu cuerpo, sino a lo que fuiste
y nos hiciste.
No sé cómo entraré a aquella casa sin ti, pero volveré
y con ofrendas de vida porque de ti aprendimos que hay que seguir.
2 comentarios:
Tenemos cosas en común: igual yo soy realizador de TV, estudié periodismo, nací en el 1974 (especificamente el 24 de enero, fecha que mencionas en tu post) y adoro a mis abuelas. He leído atentamente su post y quisiera compartirle este mío que también fue escrito con mucho amor. Gracias por regalarnos esas letras. Pasa por aquí http://kikeperdomo.wordpress.com/2011/09/08/dios-te-salve-caruca/
Hola....
Deberían actualizar más seguido porque propone buenos comentarios.
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