El olor a café recorre la casa desde horas tempranas y comenzamos a salir de nuestros cuartos como hormigas, los pequeños vestimos los uniformes, los adultos se alistan para ir al trabajo, Mamá y Papá se acomodan en la cocina a ver el ir y venir.
De acuerdo a las necesidades y preferencias propias, desayunos diferentes, tazas de café personalizadas: para Enrique el viejo fuerte y amargo, Sergio y Enrique el joven con más azúcar, el de Julia menos fuerte, Josefa claro y dulce, Fela la vecina lo toma igual y todavía hoy no sé Esperanza Brito, abuela querida cómo te gusta el café a ti, te he servido algunas tazas, sacadas de cafetera, igual para todos, pero tú que serviste cientos,miles quién sabe si millones de tazas de café en tu vida, no nos hiciste saber cuál es el punto exacto de tinta y azúcar que debe llevar para satisfacer tu paladar.
Cuidaste tus nietas, y te quedaste en casa, entre la máquina de coser, el fogón, el cuidado de enfermos, el arte de adivinar los deseos de Sergio y hacerlos complacer, erigiéndolos como estandarte en aras del cual todos los demás debíamos de claudicar...
No te estoy cuestionando abuela, eres una de las cosas buenas que he tenido tengo y quisiera retener a mi lado por siempre, especialmente ahora que no eres la mujer diligente y llena de fuerzas, que fuiste, pero pienso que con esas energías que tenías si el tiempo te hubiese permitido nacer unos años después estarías entre quienes gozan a plenitud de la tercera edad, desde la perspectiva de una mayor inserción social y no sólo como la retaguardia doméstica.
Como he dicho otras veces procedo de una familia longeva y desde pequeña estuve rodeada por personas que superaban los sesenta años, y lo hacían sin aspavientos, con una vitalidad y lucidez que me ha permitido conocer de viva voz sus historias pintorescas, desde esos circos ambulantes hechos por los Pérez (los hermanos de mi abuelo) o las luchas en la clandestinidad desde las faldas de la Sierra Maestra en apoyo al Ejército Rebelde, las décimas de doble sentido donde han quedado inmortalizadas las infidelidades de mayor connotación en la familia, las anécdotas que han marcado punto de referencia y así cuando algo acaba ras con ras "quedó como el maíz de tío Chencho" y si expones una débil excusa para justificar el retraso todo el mundo sabe "que te cogió el tren de Chencho", que según tío Corebo "de la crianza de los muchachos: hacerlos".
Podría hacer infinita esta enumeración, pero fueron los hermanos de mi abuelo y mi abuela personas muy importantes en mi infancia, creo que en gran medida a ellos les debo una educación enraizada en tradiciones: no se va a casa de nadie sin avisar, no se hace ruido al mediodía que la gente está durmiendo la siesta, no se toca a las personas cuando se saludan, uno mira de frente y a los ojos que bajar la vista es de sinvergüenza, a los mayores se les dice Usted, señor o señora.(para quien conozca la naturaleza del cubano saben que eso me convierte en un BICHO social)
Nos enseñaban sus juegos, nos hacían trampas y nos enredaban en sus bromas, pasaban tiempo con nosotros y me parecía rutinario estar rodeada por cinco o seis de mis tíos abuelos mientras ellos bebían alguna botella de ron y celebraban por cualquier razón, por el cumpleaños de alguno de ellos, de los viejos, de los hijos, de los nietos, o simplemente porque decidieron pasar ese día juntos, recordando sus vidas y dándose el afecto enriquecido por décadas de vida y la comprensión de esta sobrepasando los límites del diario subsistir.
Tengo la suerte infinita de que muchos de ellos todavía me acompañan, y es que "los Pérez Brito hay que matarlos,no se mueren", ojalá y eso fuera totalmente cierto, porque algunas tumbas van llevando esos amados apellidos, pero veo en sus ralas cabelleras, lentos andares, verrugas de piel,más razón para la ternura, me reconforta saberlos amados por sus descendientes de la manera en que nos enseñaron a amar a sus progenitores también, me gusta saber que a pesar de sus años se afanan en cuidar de nosotros, y aún les cuesta entender que no queremos otra cosa que verlos ahí, Abuelo tú orgulloso de tus medallas, Abuela rezongando por los rincones porque ya no puede hacer lo que hacía antes ¿y quién puede o quiere que tú lo hagas?
En Cuba cada vez encontraremos más ancianos a nuestro paso y no sólo haciendo colas al lado de un estanquillo de periódicos, sino que ellos estarán más incorporados a la vida activa y requieren un mayor respeto por la cuota de sacrificio que implica su entrega en cualquier puesto de trabajo.
Hay que borrar la imagen de la abuelita o el abuelito reducidos al barrio y los quehaceres domésticos, son tiempos de aprovechar sus experiencias y sus energías, propiciándoles amor y confianza los ayudaremos a seguir.
Los ancianos en Cuba no están desprotegidos, pero no se trata de cuidar viejitos, sino de crear una infraestructura que responda a una sociedad longeva, estamos a tiempo de ir haciéndolo y para los que se resisten a la idea, piensen que están hoy asegurando su bienestar del mañana, que a todo el mundo le gusta decir que aumenta la expectativa de vida en el país, así que ver multiplicarse las canas y arrugas a nuestro alrededor, es un buen signo, vamos camino a la vejez, no a ser viejos, sino adultos mayores: útiles, felices y plenos.
Por lo pronto mantengamos ese afecto filial por ellos y para aquellos que ya no pueden formar parte de los nuevos programas que de a poco se implementan, rindámosle la mayor gloria de la vejez, la perpetuación de ellos en nosotros.
1 comentario:
Yolanda;
Excelente. Cierto, a la vejez hay que rendirle el culto merecido, y ojalá nosotros lleguemos allí. Mi propia madre me escribió sus experiencias en su círculo de abuelos.
Va bien el club, varios han recibido visitas desde nuestros blogs.Gracias por tu apoyo...Ahora estamos mejor interconectados
reinaldo
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